martes, 6 de septiembre de 2016

Desde acá esperando a Desde Allá (y II)



Al final del siglo XX, el escritor  Julio Miranda  analizaba y reflexionaba sobre el eros en la cinematografía venezolana[i]. Miranda  lo endilgaba como un “eros triste” lo cual resultaba contradictorio en un país cuya idiosincrasia ha sido “gozona, alegre, festiva, pícara” y sin embargo,  su filmografía  no ha propuesto o alcanzado una poética de las sexualidades (y hay que  hablar en plural en pleno siglo XXI para no caer en anacronismos de pensamiento único). La constante fue una representación de las sexualidades cargadas de culpa, de resoluciones post-orgásmicas que cerraban, o en lo trágico o en la culpa. “La sensación predominante (…) es la de un eros eminentemente triste. Cuerpos ha habido muchos, qué duda cabe. Crispaciones, espasmos,  jadeos, bofetadas, cadáveres. Pero ¿nos han hecho sentir la locura y ternura del sexo, su gama amplísima? ¿El eros si se quiere thanático pero desde dentro, como un profundo deseo de muerte ante la inmensidad del goce, ante esa efectivamente trágica plenitud y no por el montón de razones extrínsecas que nuestra cinematografía   le echa encima?
Después de un año de recibir el galardón de la mostra italiana, se estrena en Venezuela Desde allá (en otros países la titularon Los amantes de Caracas) del cineasta merideño Lorenzo Vigas y la gran impresión que produce es que continúa esa constante del cine nacional de representar, reproducir un eros triste, trágico, culpable … Hay una historia que esboza, que asoma  la posibilidad de ¿liberación-redención? mediante esa relación amorosa entre Armando (Alfredo Castro) y Elder (Luis Alejandro Silva). Pero estos protagonistas- cual estructura dramática de una ópera- inexorablemente sucumben al peso moral del estatus quo, de  “la ley y el orden”, del derecho positivo y  normativo, pero que tiene un efecto de frustración  y de choque para  el público que ha trazado un pacto de recepción de empatía con la solidaridad, el amor recién nacido y nutritivo entre Armando y Elder e inesperadamente, su desenlace nos deja atónitos. Un  inconsciente conflicto edípico que se resuelve trágicamente. Pero también, un conflicto entre todas las clases sociales y entre dos generaciones. Al terminar la proyección, un muchacho espectador acompañado de su novia comentó “qué estupidez de película”  ante la bofetada del inesperado final. Creo que si hubiera tenido otro desenlace, un “final feliz” en el contexto histórico de la cinematografía venezolana hubiera sido un filme audaz por su ruptura.
Es un film impecable, sin duda alguna. Al  adentrarse en la historia se comprende porque gana un galardón tan importante como el León de Venecia. Una historia que atrapa, que te plantea muchas interrogantes. La construcción del discurso es excelente, significantes y significados están profesionalmente logrados. Aprovecha  la herencia de los modos de producción del neorrealismo italiano al poner en escena a actores sin experiencia ( ) y sacar lo mejor de ellos. Así también,  como la sensación del directo en las calles caraqueñas donde los grandes y mínimos ruidos tienen su valor de crear la diégesis fílmica, un clima real, próximo, la filmación enteramente en locaciones reales.  ... Sus metáforas visuales como la del hurto que hace Elder del adorno en forma de angelito que a través de un plano detalle nos muestra el otro adorno que queda en forma de Cupido-querubín con los ojos vendados o la emotiva escena del primer abrazo entre Armando y Elder luego de incidente de autoagresión y desafío para inmediatamente, con el montaje atinado,  mostrarnos en plano detalle la sutura de la herida. Los desenfoques…
Si bien no existe  “la lectura” unívoca y única sobre un filme y  las interpretaciones son múltiples y que es válido hoy más que nunca,  la multiplicidad de lecturas, recepciones, usos y apropiaciones  como cantidad de espectadores hay  en el mundo y que tienen la experiencia de casi dos horas de mirar, Desde allá replantea el problema de la significación, de la creación de sentido en el cine.

Como existe una instancia donde los significantes y significados se construyen a través del guión los planos, encuadres, movimientos y punto de vista de cámara, angulaciones,  puesta en escena y una edición acorde, este filme venezolano tiene la excelencia en todos esos momentos de construcción discursiva y no se discute. Los  galardones que ha obtenido, aparte del León veneciano, lo avala. Pero, la significación que es un momento no menos importante  porque es cuando se cierra un proceso de comunicación, de creación de sentido ante un  heterogéneo público receptor posiblemente tiene reacciones emocionales encontradas, de rechazo, de aceptación, disfrute, reflexión, concientización.  En  el caso del cine la significación llega por la vía emocional más que por la racional. ¿Desde allá dividirá opiniones? ¿Durará  en cartelera  más allá de la Novena Muestra de Cine Latinoamericano (evento que sirve de marco para su esperado estreno)? ¿Cuál será la trascendencia en su público, no en el europeo, ni el chileno, ni el estadounidense, sino en el venezolano, el que  se reconoce y se siente y se mira de manera específica en ese contenido?  

Alfredo Tamayo Álvarez


[i] En el último capítulo de su libro Palabras sobre imágenes. 30 años de cine venezolano.

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