Al
final del siglo XX, el escritor Julio
Miranda analizaba y reflexionaba sobre
el eros en la cinematografía venezolana[i].
Miranda lo endilgaba como un “eros
triste” lo cual resultaba contradictorio en un país cuya idiosincrasia ha sido “gozona,
alegre, festiva, pícara” y sin embargo, su filmografía no ha propuesto o alcanzado una poética de las
sexualidades (y hay que hablar en plural
en pleno siglo XXI para no caer en anacronismos de pensamiento único). La
constante fue una representación de las sexualidades cargadas de culpa, de
resoluciones post-orgásmicas que cerraban, o en lo trágico o en la culpa. “La
sensación predominante (…) es la de un eros eminentemente triste. Cuerpos ha
habido muchos, qué duda cabe. Crispaciones, espasmos, jadeos, bofetadas, cadáveres. Pero ¿nos han
hecho sentir la locura y ternura del sexo, su gama amplísima? ¿El eros si se
quiere thanático pero desde dentro, como un profundo deseo de muerte ante la
inmensidad del goce, ante esa efectivamente trágica plenitud y no por el montón
de razones extrínsecas que nuestra cinematografía le echa encima?
Después
de un año de recibir el galardón de la mostra
italiana, se estrena en Venezuela Desde
allá (en otros países la titularon Los amantes de Caracas) del cineasta merideño Lorenzo Vigas y la gran impresión que produce es
que continúa esa constante del cine nacional de representar, reproducir un eros triste, trágico, culpable … Hay una
historia que esboza, que asoma la
posibilidad de ¿liberación-redención? mediante esa relación amorosa entre
Armando (Alfredo Castro) y Elder (Luis Alejandro Silva). Pero estos protagonistas-
cual estructura dramática de una ópera- inexorablemente sucumben al peso moral del estatus quo, de “la ley y el orden”, del derecho positivo
y normativo, pero que tiene un
efecto de frustración y de choque
para el público que ha trazado un pacto
de recepción de empatía con la solidaridad, el amor recién nacido y nutritivo
entre Armando y Elder e inesperadamente, su desenlace nos deja atónitos.
Un inconsciente conflicto edípico que se
resuelve trágicamente. Pero también, un conflicto entre todas las clases
sociales y entre dos generaciones. Al terminar la proyección, un muchacho
espectador acompañado de su novia comentó “qué
estupidez de película” ante la
bofetada del inesperado final. Creo que si hubiera tenido otro desenlace, un
“final feliz” en el contexto histórico de la cinematografía venezolana hubiera
sido un filme audaz por su ruptura.
Es
un film impecable, sin duda alguna. Al adentrarse en la historia se comprende porque
gana un galardón tan importante como el León de Venecia. Una historia que
atrapa, que te plantea muchas interrogantes. La construcción del discurso es
excelente, significantes y significados están profesionalmente logrados. Aprovecha
la herencia de los modos de producción
del neorrealismo italiano al poner en escena a actores sin experiencia ( ) y
sacar lo mejor de ellos. Así también, como la sensación del directo en las calles
caraqueñas donde los grandes y mínimos ruidos tienen su valor de crear la
diégesis fílmica, un clima real, próximo, la filmación enteramente en
locaciones reales. ... Sus metáforas
visuales como la del hurto que hace Elder del adorno en forma de angelito que a
través de un plano detalle nos muestra el otro adorno que queda en forma de
Cupido-querubín con los ojos vendados o la emotiva escena del primer abrazo
entre Armando y Elder luego de incidente de autoagresión y desafío para
inmediatamente, con el montaje atinado,
mostrarnos en plano detalle la sutura de la herida. Los desenfoques…
Si
bien no existe “la lectura” unívoca y
única sobre un filme y las interpretaciones
son múltiples y que es válido hoy más que nunca, la multiplicidad de lecturas, recepciones,
usos y apropiaciones como cantidad de
espectadores hay en el mundo y que
tienen la experiencia de casi dos horas de mirar, Desde allá replantea el problema de la significación, de la
creación de sentido en el cine.
Como
existe una instancia donde los significantes y significados se construyen a través
del guión los planos, encuadres, movimientos y punto de vista de cámara,
angulaciones, puesta en escena y una
edición acorde, este filme venezolano tiene la excelencia en todos esos
momentos de construcción discursiva y no se discute. Los galardones que ha obtenido, aparte del León
veneciano, lo avala. Pero, la significación que es un momento no menos
importante porque es cuando se cierra un
proceso de comunicación, de creación de sentido ante un heterogéneo público receptor posiblemente
tiene reacciones emocionales encontradas, de rechazo, de aceptación, disfrute,
reflexión, concientización. En el caso del cine la significación llega por la
vía emocional más que por la racional. ¿Desde
allá dividirá opiniones? ¿Durará en
cartelera más allá de la Novena Muestra
de Cine Latinoamericano (evento que sirve de marco para su esperado estreno)?
¿Cuál será la trascendencia en su público, no en el europeo, ni el chileno, ni
el estadounidense, sino en el venezolano, el que se reconoce y se siente y se mira de manera
específica en ese contenido?
Alfredo Tamayo Álvarez
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