lunes, 29 de agosto de 2016

Desde acá esperando a Desde allá (I)





            Muchas expectativas ha creado el estreno de la película venezolana Desde allá de Lorenzo Vigas. Por ser venezolana, por el tema tratado, por los premios internacionales y por la espera de un año para verla en su país natal. En estas últimas décadas con grandes esfuerzos, otra vez se ha logrado configurar un público venezolano para el cine venezolano. Aquel público de los setenta y ochenta se “disolvió” en la multioferta audiovisual de los noventa cuando apenas se había aprobado una ley de cinematografía. La realidad de la producción cinematográfica nacional hoy en la segunda década del siglo XXI es distinta, con sus matices y bemoles, pero muy distinta a la de finales del siglo pasado

.           La cinematografía nacional ha cosechado unos cuantos premios internacionales y aunque considero que los premios Oscar de la Academia de Ciencias y Artes del cine de Hollywood no es el único galardón  que indique lo mejor del cine mundial, también Venezuela ha tenido unas pre-nominaciones, sin quitarle el sueño a sus realizadores por supuesto.  Pero hablar de festivales internacionales como el de Venecia-el más añejo-, Cannes, Berlín, San Sebastián, Cartagena o el de La Habana si es para prender la vigilia, la atención, pues no son cualquier cosa. Son los festivales más referenciales, las vitrinas más importantes del cine mundial y latinoamericano porque precisamente en ellos se hace visible lo que los Oscar eclipsan con su star system o con la categoría “mejor película extranjera” de sus premios anuales que apenas es una ventanita minúscula del cine de todo el orbe.         
            ¡Venezuela ganó León de Oro, el máximo premio del Festival de Venecia el año pasado! Me atrevería a decir ¡históricamente más significativo que la estatuilla del hombrecito con la espada!  Impensable hace décadas atrás. Lo que deja cierta perplejidad es la reacción de los propios venezolanos. Cuando Oriana (1985) de la venezolana Fina Torres ganó la Cámara de Oro en el Festival de Cannes la respuesta del público, que era más sólido que el que se ha configurado en el siglo XXI, fue inmediata. No recuerdo  si el estreno fue enseguida, pero si la avidez de un público por ver un filme venezolano  con una exploración temática, narrativa y estética reconocida en la verdadera cuna del cinematógrafo.
Lorenzo Vigas frente a la prensa en Venecia
            La situación económica y política del ahora venezolano posiblemente ha hecho mella en un “nuevo” público venezolano de cine que apenas se ha ido reconfigurando. Ojalá las medallas, los premios, reconocimientos y otros logren refrescar el alma venezolana.

Alfredo Tamayo Álvarez

jueves, 11 de agosto de 2016

El abrazo del cine iberoamericano, al menos





Con pasión y furor  se alzó la gran pantalla del cine de Iberoamérica. Verlo y creerlo fue gracias a la recientemente  entrega de los Premios Platinum al Cine Iberoamericano en Punta del Este, Uruguay.  En  momentos cuando no sabemos  el giro  del continente, cuando Argentina y Brasil tienen una implosión histórica y la misma España-que guste o no  es la madre patria y su cordón umbilical  idiomático difícilmente se cortará- atraviesa una crisis política después de décadas del bipartidismo PSOE-PP, fue esperanzador saber de estos premios al quehacer cinematográfico nuestro.
Como espectáculo fue sobrio.  Nada envidia de las  producciones  que anualmente  realiza la Academia de Ciencias y Artes del  Cine de Hollywood. Un evento que tiene múltiples lecturas.
En esta tercera edición la presencia y fuerza indígena  se hizo sentir. Guatemala tuvo la nominación a mejor película de ficción con Ixcanul, que según su director, Jayro Bustamante fue una experiencia no sólo cinematográfica sino también comunitaria. Rigoberta Menchú, premio Nobel de la Paz,  estuvo presente en la ceremonia de premiación. El premio al mejor documental fue para El Botón de Nácar del chileno Patricio Guzmán (un cineasta que es un capítulo obligado en la historia del cine latinoamericano)   y para terminar la gran ganadora fue la coproducción colombo-argentina-venezolana El Abrazo de la Serpiente, cuya música fue compuesta por el venezolano  Nascuy Linares. Este al recibir  el premio a la mejor música original agradeció al maestro José Antonio Abreu y al Sistema de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela  por el aliento y la huella que ha dejado. 
Nuestras cinematografías se han sostenido en el tiempo con un aliento contra viento y marea. Los festivales de Cartagena y La Habana también han sido vitrinas importantes para que en la segunda mitad del siglo XX fueran espacios propios para mirarnos.  Hoy, ese territorio de la libertad que es la imagen audiovisual del cine y  su posibilidad digital en las multipantallas, infla de nuevos aires a la industria, al arte y también a las comunidades tan diversas y extensas como  el continente, aunque el tiempo sigue anunciando tempestades en la economía, la política y la sociedad... 

Alfredo Tamayo Alvarez